¡¡¡QUÉ CASUALIDAD, MIGUEL!!!

Ya saben que estos días atrás hemos estado hablando de esas cosas de la idiosincrasia sevillista. He estado comentando cosas sobre esto, basándome un poco en lo que se sabe de la afición desde tiempos ancestrales y que ha conformado un perfil más o menos claro de la misma, teniendo en cuenta que la suma de las individualidades no conforman una masa homogénea, todo lo contrario, pues cada cual es de su padre y de su madre, pero el sevillista hay cosas que las tiene muy claras. Clarísimas.

¿Han escuchado, por ejemplo, en alguna ocasión a algún sevillista llamar al presidente “donjosemaría”?

Yo jamás. Nunca.

El sevillista se dirige al máximo mandatario como “presidente”, o bien por su nombre, sea quien sea el que ocupe ese cargo en la institución. Pregunten si no.

Una vez fallecido será otra cuestión. Se tiene un respeto, llamémoslo, “post-morten” y a Don Ramón Sánchez-Pizjuán, por ejemplo, se le tiene esa deferencia, así como a todos los presidentes fallecidos. Es otro plano en cuanto al tratamiento.

Comenzar hablando de esto me sirve de ejemplo para razonar otras muchas cuestiones que parece que algunos tienen difusas en cuanto a esa idiosincrasia sevillista a la que me refería al principio.

Hablando de Ramón Sánchez-Pizjuán, en este blog contamos el episodio protagonizado por Ignacio Sánchez Mejías, a la postre presidente bético, pero que antes fue socio sevillista. De carné.

En un Asamblea del Sevilla FC se trató este tema y parece que el Barón de Gracia Real, presidente en ese momento,  intentaba minimizar el hecho de que un sevillista fuese presidente del Betis. Ante esto, el secretario del club en aquel momento, Ramón Sánchez Pizjuán, se puso en pie y con todo el respeto y caballerosidad que siempre le definió, se opuso a que Sánchez Mejías continuase siendo socio sevillista y que por ello debía ser expulsado de la institución, algo que logró por aclamación en la Asamblea.

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Aquí tenemos un caso de referencia, donde podemos observar cómo aquel sevillista se opuso a ese hecho que su presidente defendía. Fue un crítico cuando observó que algo no funcionaba bien en su Club y que atentaba contra el ser mismo de la institución.

Un caso parecido ocurrió en la Junta General de Accionistas en la temporada 96/97, con un señor llamado José María del Nido que se rebelaba en la Asamblea contra quienes entendía podían hacer daño al Sevilla FC, como así era y así lo pueden comprobar.

¡Qué casualidad, Miguel!…

Y ¡Qué casualidad, Miguel!

Soberbio, desafiante, llámele usted prepotente si lo prefiere, no importa. Bendita prepotencia.

Volvió a ganarse la confianza del sevillismo justo en ese momento tras los sucesos del 95, donde a su vez comprobó, comprendió y aprendió el peso de la forma de ser del sevillista. Una lección que a estas alturas no creo que se le haya olvidado.

Aunque los siguientes años fueron de zozobra y penalidades aún, en los que entraremos otro día para recordarlos, porque ya saben que el que no conoce su historia está condenado a repetirla, el sevillismo consiguió con esfuerzo y tiempo recolocar su estatus de mayor y mejor Club andaluz de todos los tiempos de donde nunca debió moverse.

Podría citar casos innumerables no solo de sevillistas que terminaron siendo presidentes, sino de los de a pie, como por ejemplo el caso del asalto al palco ocurrido en los años 40, debido a las sospechas de que podríamos dejarnos ganar por el  Real Madrid por un pacto entre directivas, por no hablar de los hechos del año 1995 a los que ya hemos hecho referencia.

¿Y a qué viene esto?

Pues viene al caso de los que con palabras hirientes insultan a la afición que es soberana. Insisto, no hablo del personaje que solo entiende que es un cliente que compra un abono y que pide el libro de reclamaciones y pita al jugador justo cuando va a saltar al terreno de juego, no después, que haberlos hay los en la viña del Señor. Hablo del sevillista que siente de verdad su Club y que no dejará jamás, ni permitirá que baje el listón mínimo de lo que es y debe parecer.

Y esto ocurre en tiempos de bonanza, donde nos clasificamos por octava vez consecutiva en Europa y la gestión del Club, en buena parte de sus áreas es satisfactoria, aunque manifiestamente siempre se puede mejorar.

Y te lo digo a ti. Sí a ti que me lees y sabes quién eres al que me refiero.

Esta afición no se aborregará nunca por más que lo intentes. Ya ves que puedo decir esto sin insultarte, ni a ti ni a los que te aplauden. Ser GUARDIANES de Nervión no es un slogan al uso, es una realidad expectante ante lo que pueda ocurrir y “por si acaso”.

Aunque queramos no podemos ser de otra forma a tu pesar.

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